Uno de los problemas que más escucho por parte de las líderes con las que trabajo es que tienen una o varias personas del equipo, del departamento o de la empresa con la que no tienen buenos resultados.

No existe colaboración.

Las instrucciones, por más aparentemente claras que sean, no son consideradas.

Los resultados están lejos de ser alcanzados y/o hay rechazo a hacer las tareas como se espera.

Colaboradores, subalternos, jefes, pares… personas que no están dando los resultados que se esperan.

Pues bien, en estos casos hay 3 aspectos muy importantes que hay que tomar en cuenta y que pueden ser la causa de los problemas.

Primer aspecto: Se trata de un problema de comunicación.

Y hablar de comunicación voy más allá de las instrucciones claras, los manuales establecidos y los ejemplos entregados.

Me refiero a conexión desde el compromiso hacia el trabajo, conocimiento y consideración de la persona, valores institucionales y el para qué del objetivo que se han planteado alcanzar.

Segundo; que las personas sepan lo que se quiere de ellos pero no lo que se quiere para ellos.

Si, hoy por hoy, especialmente con las nuevas generaciones, el líder ha dejado de ser la figura autoritaria o ejemplo máximo de la organización.

Cada día es más difícil generar compromiso por parte de los colaboradores porque ahí afuera hay muchas más alternativas y muchos equivocadamente creen que cualquier cosa es más fácil y mejor que lo que ahora se tiene.

Así que el liderazgo no puede llegar más desde la imposición o desde la orden, sino desde el interés genuino en dar, servir, acompañar a las personas con las que trabajan

y tercero, no existe un espacio seguro.

Con espacio seguro me refiero a ese espacio donde cada persona puede desarrollar sus habilidades y dar aportes desde la creatividad e innovación.

Un espacio donde los errores nos muestren aprendizajes y oportunidades de crecimiento.

Y esto se lo obtiene con una puerta abierta, tiempo y escucha asertiva al equipo.